Humildad
Frenen ustedes sus corazones
y déjenlos con un suave tic-tac.
Ahora vacíen su ajetreada mente,
cierren la boca y bajen las cejas.
Desinflen el pecho,
miren a los ojos viendo al otro
y no a sí mismos.
Bajen su altura si son altos
y no se estiren los bajitos.
Imagínense ahora
que son otros quienes dicen vuestras palabras.
Otros de pecho hinchado
y corazón furioso
y voz altiva
y altaneros.
Y siéntanlos estúpidos.
Creídos ególatras que no merecen ser escuchados.
Comprendan lo poco que enseña la fanfarronería
porque cuando uno se crece
incluye un otro empequeñeciendo.
Y ahora abran la boca
y pongan en marcha sus corazones,
si siguen ajenos a la humildad,
no malgasten el tiempo de nadie.
Julia Carú
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