Que equivocado estaba
creyendo que la tenía,
ahora la recuerdo
día tras día.
Comprendo con tristeza
y una turbia melancolía
que la niña de ojos rojos
no era mía... no era mía.
Cuando buscaba mi cariño,
yo buscaba otras certezas,
y anhelando yo su destino
ella había dicho adios
a su inmaculada condena.
Mi mayor pasión
fue amarla,
mi mayor dolor
es olvidarla,
mi único consuelo
quererla.
Me arrepiento
de haberla ignorado,
pues ahora sueño con ella
y esto me está matando.
Me arrepiento, sí,
de haberme ignorado,
con ella era feliz, sin ella
soy un carpintero manco.
Cuando la miro
y me está mirando,
me vuelvo loco
y me sonrojo.
Pero ahora quiero ser libre,
tan libre como las palomas.
Me encuentro como un náufrago
que busca su tierra entre las olas.
Carlos Regalado
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