Del Sol
¡Fue
por sorpresa!
Tal como dicen que llega la muerte.
Pero yo desperté
frente al horror
de ser una presa común
en el abismo sumergido,
que oculta un sinfín de normas y locuras,
establecidas y legisladas por la maldad.
No morí:
toqué la vida.
Me liberé de las tradiciones,
del feudalismo,
de cuanto ya había sido escrito,
de reyes y libertadores...
Me libere
con los ojos doloridos
con los ojos doloridos
--debido al fuego ya ardido
en mi extraño camino--;
con los añicos de los escapularios
de mis mundos ahogados;
con la purpurina que se impregna taimada,
junto a lo oscuro que muestra el arrecife;
con todo eso en mi garganta,
me liberé.
Desperté.
Me alejé de Babel,
del alarido inagotable
y la ignorancia
que sometía a sus gentes,
a ti, a mi, a todos.
Me alejé
de la injusticia absurda
que numeraba las personas
(o, peor aún,
les ponía precio sobre el patíbulo
que vende audiencia en las noticias).
Me alejé
y dejé atrás cuanto creé,
lo que fui,
cuanto soñé.
Había entrado en un poema:
en mi lugar;
en el hogar de todas los hogares:
en tu mirada.
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