Reforma Laboral (Más)
Empecemos con lo que dijimos ayer. Estaba charlando con un amigo cuando
le entró un twit, este: “Un amigo en paro fue ayer a una entrevista para
empresa de nueva creación. Le ofrecieron trabajo... sin remunerar hasta
que haya beneficios”.
Cosas como estas no las va a revertir
la Reforma Laboral porque no dependen de que la legislación sea una u
otra. El modelo productivo español no puede absorber la población que va
incorporándose al mercado de trabajo ni es capaz de ocupar a los
desempleados que ya figuran en las listas del paro, porque, pura y
simplemente no los necesita debido a que el español es un modelo
intensivo en factor trabajo y ahora la actividad que necesitaría ese
trabajo es muy escasa, y eso no lo cambia una legislación: ninguna
legislación.
En España hay menos personas con edades comprendidas entre 16 y 65
años que manifiestan que desean trabajar de las que hay en otros países,
si no la tasa de desempleo sería más elevada, pero distintos expertos
apuntan a que esa cifra aún descenderá más debido al desánimo que supone
no encontrar un empleo. Y también algún inmigrante regresará a sus
países de origen. Y habrá nacionales e inmigrantes que pasen a la
economía sumergida.
¿Por qué se exigen desde Europa reformas laborales?, pues porque así
las empresas pueden reducir sus costes -laborales- y, en teoría,
aumentar su capacidad de exportación y obtener unos beneficios que aquí
no obtendrían con lo que la recaudación fiscal puede llegar no decaer
tanto. Hay otro motivo: menoscabo de las garantías laborales fuerzan a
aceptar condiciones más precarias: el desempleo puede no crecer tanto
como en la situación previa a la reforma con lo que se obtiene un
maquillaje estadístico. Y otro más: mayor facilidad y baratura en el
despido.
Pero continuará existiendo una enorme carga de hipocresía. La reforma
no hará que la demanda de trabajo aumente, pero con la reforma la tasa
de desempleo puede que se reduzca: desplazando a trabajadores
desempleados hacia la economía sumergida aunque, como tal, se mantenga
la población activa. Perfectamente España puede llegar a los seis
millones de desempleados, y superar esa cifra: a medida que las
necesidades de factor trabajo vayan menguando como consecuencia de la
progresiva caída de la actividad, pero parte de esa población
desempleada no estará parada, sobre todo si ya ha agotado la percepción
por desempleo: parte de esa población desempleada engrosará la economía
sumergida: ahí radica la hipocresía.
El Estado, el Gobierno, las autoridades, no pueden oficialmente
contemplar la economía sumergida porque supondría que están aceptando
una ilegalidad, pero pueden verla con los ojos entornados. En todos los
países, en todas las economías el paro va a aumentar, mucho, muchísimo,
porque la forma de crecer que teníamos ha colapsado: la financiación a
crédito del consumo-de-todo; porque cada vez se va a necesitar menos
factor trabajo para hacer lo que sea necesario: aumento continuado de la
productividad; porque las cosas a hacer van a ser menos: las
necesarias.
El empleo reglado, el del contrato indefinido a razón de ocho horas
diarias, veintidós días al mes y con treinta días de vacaciones es un
modelo a extinguir porque ya no es necesario: de ahí va a salir el
desempleo que va a ir nutriendo la población parada (los temporales ya
están descontados). La alternativa a la inactividad total es lo que
hasta ahora se ha denominado el subempleo en condiciones precarias y
subremunerado, de momento en la economía sumergida, si.
Retorciendo la idea del exministro Valeriano Gómez: ¿es mejor un
trabajador en negro que un trabajador desempleado?. La economía
sumergida no se persigue hasta sus últimas consecuencias porque un
trabajador sumergido es alguien que ingresa algo que puede complementar
un subsidio a todas luces insuficiente, y, además, quien le contrata
obtiene un diferencial de competitividad.
La reforma no va a aumentar las cifras de empleo porque las
necesidades de factor trabajo son las que son y lo son en las
condiciones que lo son. Y esas condiciones indican un camino del que en
USA saben mucho desde la Era Reagan aunque ahora también allí esas
condiciones estén empeorando: los working poor: personas con empleo y
salario, con papeles y licencias, que son pobres porque sus
remuneraciones son insuficientes para no serlo.
Suponiendo que la definición de ‘desempleado’ no sea modificada a fin
de que el número de parados se reduzca, dando por supuesto que la
población activa no va a crecer (cosa que debería hacer a fin de
compensar en las familias a quienes se van quedando en paro), asumiendo
que no va a haber una persecución de la economía sumergida a sangre y
fuego porque ocupa gente, la reforma puede hacer que la tasa de
desempleo se reduzca mirando ex-clu-si-va-men-te el porcentaje, lo que,
evidentemente, será vendido como un logro político.
Alrededor coexistirá un conjunto de trabajadores ocupados en la
economía negra, sin garantías contractuales, subremunerados, ocupados
según necesidad de quienes les contrate, y con la precariedad como
bandera. Nadie hablará de eso porque será taboo, pero todos sabrán de su
inevitable existencia. La alternativa son siete millones, o más, de
trabajadores en paro absoluto, algo que nadie quiere por lo que
significa. Pero por favor, que nadie diga que la reforma va a crear
empleo neto de calidad porque de entrada, para eso, España debe crecer
al 2,0% y es una absoluta incógnita cuando podrá España volver a crecer a
tal ritmo.
Mientras, lo que queda es el twit de mi amigo:
“Un amigo en paro fue ayer a una entrevista para empresa de nueva
creación. Le ofrecieron trabajo… sin remunerar hasta que haya
beneficios”.
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