Parpadeo de estaño
No para el universo su carrera,
la tienda de la esquina,
su estrofa la política,
la edad que nos empuja,
ni la lluvia.
No para, amor; no para nada.
Un día en El templo
quise parar el eje
–lo dice el poema--,
detener la polea de la rueda,
que hace girar
la luna sobre el alma;
y escanciarme un poco de belleza,
aquí en mi noche blanca.
Pero todo siguió:
los ríos de dinero
en su autopista helada,
la tala de los árboles
que hiere mis palabras,
el deseo de vida
sobre tu piel callada.
Y aún sigue, vida mía;
no tiene fin.
No para, amor; no para.
Parpadeo de estaño
Parpadeo de estaño
en el que todo cambia.
Y el sol ahora te quema,
y el viento te amenaza,
y las formas se ocultan
para engendrar su mapa.
De nuevo nacen rosas,
y las nubes se marchan;
en el infierno alguien
encuentra el vaivén que arrulla;
del cielo cae un ángel;
la vida sigue extraña.
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