“Titanic económico”, sin lanchas para los trabajadores
No es en absoluto una reforma
laboral. Se trata de un duro recorte de derechos laborales sin ninguna
obligación añadida al capital o a la gran empresa. No hay lanchas para
los trabajadores en este naufragio económico. Decenas de trabajadores
van a ser despedidos sin garantías jurídicas y en condiciones precarias.
“Los niños y las mujeres primero” es
grito obligado en las catástrofes del mar, y en casi todas las
situaciones de emergencia. Al margen de los avances en igualdad, que
establecen inequívocamente la equivalencia en la posición de mujeres y
hombres en el mundo, se establecía que hay que proteger en situaciones
de emergencia a quienes tienen menos medios de defensa.
Nuestra sociedad ha chocado a toda
máquina con un iceberg constituido por la crisis económica. Es la
manifestación dramática de una crisis sistémica de un modelo de
desarrollo que en su estadio actual no da más de si.
Los recortes son la reacción de los
poderes reales y fácticos ante esa crisis. Y las lanchas salvavidas, en
esta metáfora improvisada, son los elementos que los poderosos ponen a
disposición de los viajeros para salvarse de los efectos devastadores de
esta situación. No hay lanchas para todos y el reparto de los
salvavidas es todo menos solidario. Los que menos tienen no encuentran
lugar para salvarse. Y la apuesta es que si se salvan los bancos, las
empresas y quienes los gobiernan, a lo mejor encuentras métodos de
supervivencia nuestros hijos. Los mayores de cincuenta años tienen que
considerarse ya ahogados. Los jóvenes van a construir su madurez desde
la precariedad.
Esta es la mejor síntesis que se me
ocurre de la reforma laboral y de las medidas de recorte que se están
aplicando para hacer frente a la pandemia de la crisis.-
En el fondo, los que la han provocado,
los poderes financieros que tienen rostro y alma ocultos, son quienes
están dictando las normas y apuntalan la idea de que los sacrificios los
tienen que hacer las personas más desprotegidas. Nos han convencido de
que es el único remedio y que, para que un día nos podamos salvar
nosotros, primero se tienen que salvar ellos. Estos capitanes del
capital son los primeros en instalarse en las lanchas y ocupan mucho
espacio porque viajan con sus enormes privilegios. En este naufragio va
ha haber muchos pobres ahogados.
Quienes ganan los sueldos y los bonus
consiguen que se dicten normas de austeridad terribles para los demás
mientras ellos no hacen gestos de solidaridad siquiera simbólicos. No se
toca la fiscalidad de quienes ganan sueldos obscenos o acceden a
jubilaciones increíbles. Se recorta el precio de despedir a los que
nunca más encontrarán trabajo. Abaratar el despido como mantra para la creación de empleo. No es creíble.
Todo lo que dice el texto de la reforma
laboral va en la dirección de recortar los derechos laborales sin una
contrapartida que obligue al otro lado de las relaciones laborales. En
ese sentido, para los trabajadores que serán despedidos con más
facilidad, no hay lanchas disponibles para abrigarse de esta tormenta.
La promesa no vinculante es que este sacrificio de los que no pueden
defenderse servirá para poner a flote el mismo modelo radicalmente
injusto que ahonda en el camino de un mundo desigual. La promesa son las
migajas para el futuro y ni siquiera se promete que las cosas volverán a
ser, en relación con los derechos de los trabajadores, similares al
mundo que estamos destruyendo. Nos piden que ahora que nos van a violar,
nos relajemos para que no nos duela. Me parece que es demasiado.
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